''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.

martes, 30 de diciembre de 2014

Un principio a la vida.

-Me gusta cuando nos besamos así.

-¿Así, cómo?

-Como cuando pensamos que nos perdemos, y de repente llega un día en el que nos volvemos a besar, y es como si fuera volver al pasado, pero a la vez vivir algo nuevo. Es un beso con miedo, tímido; y emocionante, como si de repente no existiera nada más, y como si al separarnos tuviéramos miedo a perdernos otra vez, por eso también es un beso desesperado. Y apasionado, pero suave también, como si al estar tanto tiempo separados, tuviéramos miedo de rompernos. Es frágil, pero más fuerte de lo que creemos.

-Es un principio.

-Un principio a la vida.

-¿A la vida?

-Claro. Tú eres mi vida, ¿recuerdas?


sábado, 25 de octubre de 2014

Amor en lata.

Hoy ya no te quiero.

Hoy me quiero a mí, a mi rostro, a mis labios y a mis ojos. Hoy soy capaz de comprender que la que tiene que aguantar mis días malos, mis tonterías, mis enfados y mis manías tengo que ser yo, no otra persona. Tú no tenías que aguantarme, tenías que quererme. Yo nunca he buscado ser alguien que otra persona tenga que soportar; yo busco hacer feliz a otra persona.

Para soportarne ya estoy yo, que convivo conmigo misma.

Por eso, hoy me voy a querer a mí.

Mi amor es caro, no pienso malgastarlo, ni tampoco perder mi tiempo en cosas que no merecen la pena. Prefiero malgastar mi tiempo siendo feliz.

Espero que tu seas feliz con ella. De verdad, lo espero. Espero incluso que llegue a quererte la mitad de lo que yo te quise, aunque ya me parece mucho; pero es que, chico, no sabes lo mucho que te quise y todo lo que habría estado dispuesta a dar por ti. Habría esquivado balas por ti.

Pero adelante, si te gusta ese otro amor falso no te culpo: sigue comprando amor del que viene en lata, sigue buscando amor en las esquinas las noches de sábado. Pero, ¿sabes qué? Poco conozco del amor, pero sé lo sufiente para decirte que ese amor no es del bueno, y que, todas las noches, al llegar a tu cama, seguirás igual de solo. Yo ya no voy a estar ahí para jugar contigo entre las sábanas, para que nuestros cuerpos desnudos se abracen. No, no estaré. Ni hoy, ni mañana, ni nunca.

Siento tener que ser yo quien te lo diga, pero ya nadie te va a llevar a ver las estrellas nunca más.

martes, 21 de octubre de 2014

Principio, final.

Las mejores o peores palabras que pueden existir jamás. Son las palabras que más daño hacen, que más poder tienen, que son capaces de cambiar todo el curso de una vida en un solo momento, con solo extender un poco los labios y soltar el aire, en un susurro, <<final>>.

Suena atroz, impasible, imborrable, incambiable. Tiene un cierto sabor a muerte y es que, muchas veces, los finales matan por dentro. Pero no son solo los finales de lo que hablo, también me refiero a los principios, que aunque suenen a mejora, el término incluye cambios, y los cambios no siempre son buenos. Creo que de cambios aún nos queda mucho por aprender.

Comenzaré, paradójicamente, por el principio: lo hermoso, lo esperanzador. Es la época de la vida en la que la felicidad lo llena todo. La infancia es el principio, la época de inocencia, de "quiero ser mayor", de no conocer el mundo. Bendita ignorancia, quien la tuviera de nuevo.

Pero yo me refiero a los principios de pequeñas historias particulares que, aunque de primeras parezcan insignificantes, terminan por desencadenar cosas enormes: un beso sin importancia en un parque una tarde de julio no debería ser nada más importante que eso, un simple beso. Por eso los principios son los más peligrosos: porque nunca sabes lo que verdaderamente van a desencadenar tus pequeñas e inocentes acciones.

Hablo de amor. Amor: otra palabra que también me aterra. Creo que debería definirlo como ese algo que se crea en un principio, se desarrolla durante un espacio de tiempo, y conduce a un final, que suele ser, por lo general, catástrofico. He de advertios algo sobre el amor: es imprevisible; aparece cuando menos te lo esperas, y cuando llega ya no hay marcha atrás: estás perdida.

Y crece, crece, crece.

Te llena por dentro, tu vida ya no tiene sentido si no es con el amor, no comprendes nada más allá de eso. Y la sensación es hermosa, es como flotar.

Pero un día, de repente, desaparece y...

Zás, se acabó.

Puede ser él, puede que te deje de querer, puede que quiera a otra, puede que se haya cansado de ti; o puedes ser tú la que ya no sientas lo mismo, o simplemente podeís ser los dos. Y eso lleva al irrevocable y trágico final, a la soledad total, al destierro emocional. Pero solo va a ser en este momento cuando entiendes que los principios no son tan hermosos, y puede, incluso, que te arrepientas de todo, puede, solo puede. También puede que te repitas entre lágrimas, todas las noches: "Ya no le quiero, ya no le quiero, ya no le quiero"

Vaya, parece que ahora le quieres más.

Y aquí comienza el infierno, el de no poder tocarle, ni sentir su piel contra la tuya, ni amarle... Tener que callar tantas verdades, tantos sentimientos. Pensar que no volverás a compartir tu historia con él nunca más, que ya no es parte de tu vida, ya no hay momentos infinitos en lugares remotos junto a él.

Ya no te va a hacer el amor, no.

Ni hoy, ni mañana, ni nunca.

Esta noche estás sola, preciosa.

Porque se acabó, es el final.

lunes, 20 de octubre de 2014

Quizás el mundo no estaba hecho para un nosotros.

Puede que las praderas de flores se marchiten, que los bosques sean talados, puede que la arena de la playa se vuelva demasiado dura. Puede que te vayas.
Quizás las cosas cambian, hemos perdido ese algo especial; quizás nuestros lugares dejen de ser nuestros y se conviertan en un lugar más, sin importancia.
Siempre he tendido a ilusionarme demasiado en el amor o a apartarme de él, a esquivarlo. Aún intento entender por qué ninguna de las dos nunca funciona. Quizás sea mejor que me rinda, pero, por otra parte, me es imposible: en cuanto abandono una idea, caigo irremediablemente en la otra.
He intentado alejarme del amor, dejarlo de lado, pero siempre termino en un agujero negro sin salida y, al final, me rindo siempre, decido darle una oportunidad, "la última", decido confiar, y al final termino en el mismo pozo negro de antes. Haga lo que haga, el resultado es el mismo.
Quizás algún día la primavera sea eterna; quizás las nubes no volverán a tapar el sol. Quizás llega el día en el que alguien pueda llegar a ser tan feliz en aquel viejo colchón como he llegado a serlo yo.
Quizás algún día la vida tenga sentido vivirla.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Delirios del cuarto vagón.

Tenía una extraña afición por ver pasar la vida. Como los pasajes de montañas, llanuras y ciudades que va dejando atrás mientras el tren sigue su camino, mientras la única salida posible de la realidad es esa ventanilla del cuarto vagón.
A veces solía creer que dejando todo atrás quizás las cosas serían mejor. Quizá en algún punto lejano, fuera de todo lo conocido, estuviese escondida su tan preciada felicidad. Pero luego ocurría eso de que, una vez dejaba atrás los abruptos bosques y los cielos nublados, y llegaba a las interminables llanuras doradas, extrañaba todo aquello de lo que se había alejado.
Pero ya era tarde para volver atrás. El tren continuaba su rumbo y el billete solo era de ida. Solo le quedaba volver la cabeza atrás para contemplar, con amargura, el último resquicio de su antigua vida, la que había abandonado.
Ahora ya lo había perdido todo. Había echado las cartas sobre la mesa y tenía que jugarlas. El paisaje arbolado había desaparecido del todo y solo le quedaba una única opción:
Fijar la vista al frente y seguir adelante.

viernes, 5 de septiembre de 2014

El cielo nunca estuvo tan cerca.

Me gustas
Como una puesta de sol reflejada en el mar azul,
Como la hierba húmeda de una madrugada de agosto,
Como un parque en otoño lleno de hojas secas
Solíamos pasear ahí.
Tú me cogías la mano y yo era más fuerte
Invencible.
Me mirabas con tus ojos marrones y,
El cielo nunca estuvo tan cerca.
Me gustas
Como tu piel bajo el tacto de mis manos,
Como tus susurros en mi oído,
Como cuando hacemos el amor
Solíamos creer que éramos uno.
Y cuando me recostaba en tu pecho
Y me acunabas en tus brazos,
Solía pensar en un para siempre.

viernes, 8 de agosto de 2014

Como intentar alcanzar una nube.

Se querían, se podía notar a kilómetros. Sus miradas cuando se veían lo decían todo, esas miradas de complicidad, de deseo. Era demasiado evidente como para no darse cuenta. Pero ellos jugaban a ocultarlo, a hacer como que no pasaba nada. También jugaban a hacerse daño constantemente. Era su juego preferido.
Luego llegaban los imposibles, esa tensión prohibida de no poder ser felices juntos, pero a la vez serlo. Es como intentar alcanzar una nube, está ahí, pero jamás llegarás a ella. En el fondo, les gustaba. Es el sabor de lo prohibido, el miedo a perder al otro, a que todo termine; todo eso les daba las energías suficientes para seguir besándose a escondidas, dedicándose miradas furtivas y caricias prohibidas.
Todo eso y, bueno, el inagotable amor que se tenían.

miércoles, 30 de julio de 2014

Vacío

No es la primera vez que pasa, no es nuevo. He tenido peores momentos en mi vida y no podré decir que hayan sido mis mayores sufrimientos, porque seguro que en el futuro me pasarán cosas peores. O mejores, quien sabe. Lo importante es que siempre he sabido levantarme cuando me caigo. Lo que aun no se como superar es eso a lo que yo llamo "vacío". Esa sensación de que no hay nada dentro, de que solo pasan las horas sin ningún sentido y sin llevarte a ninguna parte. Es como si todo dejara de tener sentido y de repente, te encuentras sola, en tu habitación, preguntándote "¿qué estoy haciendo?"
Y el tiempo sigue pasando, lento.

lunes, 28 de julio de 2014

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Las cosas se olvidan, o eso dicen. Yo no me lo creo del todo, todo queda ahí siempre,guardado muy hondo, y cuando menos te lo esperas vuelve a salir a la superficie. Quizás hay personas que no lo entiendan, pero algún día, dentro de muchos años, en algún momento volverán a recordar aquellos tiempos y entonces comprenderan, por muy triste que sea, que siempre se hecha de menos al pasado, y que éste, triste y melancólico, nunca vuelve.
Vivimos en una extraña sucesión de pasados perdidos.

domingo, 27 de julio de 2014

La ciudad

Las vistas parecían bonitas, desde allí arriba.
A lo alto de una alejada pradera, por encima de la ciudad, todo parecía tan tranquilo y hermoso que cautivaba la vista al instante. El río que bajaba colina abajo y hasta la ciudad parecían bonitos, donde los edificios y la masa de asfalto y alquitrán se fundían con el horizonte. Edificios con ansia de alcanzar el cielo, elevándose alto, hasta las nubes, mientras el río seguía más allá, hasta el mar, al fondo, con su perfecta línea recta azul marcando el horizonte.
Desde allí arriba aquella vista podría parecer bonita. Desde allí arriba.
Pero allí abajo, tras los enormes edificios capaces de ocultar a las sombras, un niño, en algún lugar, es alcanzado por un hombre que circulaba demasiado rápido para preocuparse por nadie, mientras su madre gritaba, intentando evitar lo imposible. En ese mismo momento, en la otra punta de la ciudad, una señora tiene que darle su bolso a un hombre anónimo que la amenaza con una navaja mientras, en la misma calle, un hombre de maletín, traje y corbata corre porque llega tarde a su trabajo, ignorando a la pobre anciana. El hombre sigue corriendo, es sólo una persona más al servicio de un hombre gorrón e importante, dedicando toda su vida a ser una rata más de la alcantarilla de ese hombre, hasta su muerte. El hombre pasa por delante de otro señor que pide limosna sentado en la calle, pero nadie le hace caso. Apenas tiene una manta para taparse y un poco de pan. Es invisible para los monstruos de corbata y traje que corren por las aceras. El vagabundo ve un perro viejo, sucio y abandonado que pasa a su lado y se detiene a mirarle. Un perro viejo le ha prestado más atención que miles de humanos. Decide darle un trozo de pan y el perro se sienta a su lado. Al menos ya no está solo. Dos calles más arriba un hombre es perseguido por la policía por robar un poco de comida para sus hijos. El hombre se pregunta por qué hay gente que roba millones de euros y nadie les persigue, pero entonces es arrestado. Sus hijos siguen en la calle, esperando la comida que nunca llega.
Pero, desde aquella pradera, lo suficientemente lejos para no ver la realidad, las vistas seguían siendo bonitas.

lunes, 21 de julio de 2014

Sombras del pasado

Suele pasar que las despedidas son difíciles. Es duro deshacerse de algo que llevaba tanto tiempo formando parte de tu vida, es como si de repente faltara algo que completase tu existencia. Las despedidas, aunque sea incluso de cosas efímeras, son duras y dejan huella. Pero nadie nunca habla de lo difíciles que son los reencuentros. Ese momento en el que vuelves a encontrar algo de lo que te habias despedido hace mucho y que creias que no volvería. Los reencuentros son doblemente más difíciles ya que de la ilusión del primer momento pasa al golpe duro de descubrir que ese algo ha cambiado. Esa persona ya no es la que era. La vida, el tiempo y los momentos la han cambiado. Te das cuenta, comprendes que ya no volverá a ser como antes, que las cosas no pueden ser dos veces iguales. Y llega un momento en el que tratas de vivir historias pasadas en un presente que ya no es tuyo, con personas que solo son fantasmas de aquellas que conocías. Te aferras al pasado, y vives un sueño inmaterial combinado con el presente abrasador, cuando, en verdad, lo único que haces es desperdiciar el presente.
Quizás tú también has cambiado, igual en parte la gente cambia al ver que tú ya no te comportas igual. La vida nos cambia, e intentar que las cosas se mantengan siempre igual es completamente imposible. En ese caso, te hallarás solo, viviendo del pasado, para desperdiciar un presente que también, a su vez, será solo un pasado lejano y oscuro.

viernes, 23 de mayo de 2014

Mi piel... tu piel....

Mi piel... tu piel...
Acompasadamente juntas, compenetradas, se convertían en una con el simple roce. Encajaban perfectamente, la una con la otra; era como si estuvieran diseñadas para estar juntas. Y cada caricia, cada beso, cada mirada... se convertían en nuestros secretos.
Tus dedos recorriendome.... estudiandonos. Nunca nadie podrá entender ni sentir nada parecido a la sensación de abrazar a alguien, desnudos, bajo las sábanas. Nadie comprendería las miradas en silencio, los besos de necesidad, ni las ganas de juntar nuestros cuerpos, uniéndolos, llegando a lo más cerca que dos personas pueden estar la una de la otra.
Y el placer.... el insaciable e inagotable placer que lo llena todo. Y es genial, tener la oportunidad de conseguir que otra persona alcance su máximo placer, que cada nervio de su sistema nervioso cobre vida.... solamente con tu cuerpo, mientras su cuerpo queda completamente a tu disposición. Nadie que no haya vivido esto podrá saber lo que se siente, nunca podrá ser feliz.
Tu piel.... mi piel....
Nuestra piel.

lunes, 12 de mayo de 2014

Cambios

La vida no es lineal, sigue el libre albedrío. Las cosas cambian, para bien o para mal; se va el verano y llega el otoño, el café se enfría y.... la gente va y viene. Es de idiotas esperar que todo siga siempre igual, es absurdo esperar siempre lo mismo de la gente. La gente cambia, o somos nosotros los que cambiamos y ni siquiera nos damos cuenta. Por eso es mejor no volver al campamento de verano al año siguiete: te encontrarás con que ya nadie es como era y te sentirás un extraño entre tus antiguos amigos.
Y en el amor, todo, a su vez, cambia. Los principios son hermosos, cuando se empieza desde cero, cuando no hay fallos ni defectos. Pero, poco a poco, descubres el lado malo de la gente, te das cuenta de que ya no es igual, ya no os mirais como antes, ya es costumbre, es como esa horrible rutina que no te puedes quitar de encima. Y así, un día, cuando te des cuenta, comprenderás que has destruido tu bonita historia de amor inicial convirtiendola en una asquerosa normalidad. Y, es que poco a poco, la gente se va dejando. Te acomodas, hasta que llega el momento en el que ya no importa nada, ni la felicidad de la otra persona ni nada. Simplemente está ahí, y como el recuerdo del principio prevalece, piensas que todo sigue siendo igual, cuando en realidad no es ni una sombra de lo que fue. Ya nada es especial. Ni siquiera los besos son especiales. Y dime, ¿qué sientes cuando le ves? O, mejor aun, ¿cuántas veces quieres verle y cuántas veces no? Quizás es hora de replantearse principios.
Ya nada importa, hemos destruido al amor, o el amor nos destruye a nosotros, quien sabe.
Y ahora es el momento en el que deseas volver al principio, y ya no puedes ser feliz porque nada es igual. Y, así, empiezas a vivir de recuerdos, de lo que era y no de lo que es, y tu vida empieza a dar asco, porque en el fondo de tu alma, nunca podrás ser feliz, no sin tu precioso principio de la historia, el que has perdido hace mucho.

sábado, 12 de abril de 2014

La pequeña historia del ser inexistente.

Estaba sola. Noche tras noche, sola. Sentía como si viera la vida a través de un espejo roto que le mostrara un reflejo defectuoso. Se veía a sí misma, triste; y a él, tan feliz, tan brillante. Y así pasaban los días: era un despojo para él, algo inservible. Recordaba como había sido el principio de su historia junto a él y le parecía otro mundo. Pero claro, todos los principios son hermosos; después, la gente cambia. Y las llamadas de largas horas se convirtieron en horas esperando por una triste llamada; las sonrisas al verse se convirtieron en risas de desprecio; los "te hecho de menos" en "necesito más tiempo solo". Y así, poco a poco, él la fue dejando. Quizás era normal que el amor siempre acabara así, quizás nos acabamos cansando de la gente con el tiempo, quien sabe. Pero cada noche, cuando él nunca volvía, ella pasaba las noches en vela, llorándole a la luna, sentada en su vieja silla de mimbre. Él volvía a la madrugada, con olor a otra colonia y la camisa manchada de pintalabios rojo. Ella callaba y nunca veía nada. No quería ver nada. ¿Esa iba a ser su vida? Está claro que ella nunca conoció nada mejor.
Y tras llegar a casa día tras día, se encontraba con la indiferencia, o con los enfados sin más que terminaban en patadas o puñetazos. Su rostro, tan hermoso, quedaba a veces estropeado por las horribles marcas moradas y la sangre. Entonces volvía a su silla de mimbre, a llorarle a su luna.
Pasaron los años. Las arrugas, cicatrices y lágrimas ya dejan su huella. La belleza se muere. ¿Qué vida ha sido esa? Él parecía más joven que ella, cuando era al contrario. Será que la tristeza envejece, pero a ella no le preocupaba. Ella seguía con su luna, y él la llamaba loca, paranoica; y la empujaba, pero ella nunca se movía. Ella lloraba, lloraba porque hechaba de menos a aquel hombre que la había hecho feliz. Nunca tuvo el valor para irse. Nunca tuvo el valor para nada. Y ahora contemplaba su vida irse, en el reflejo de la ventana.
Un día él la obligó a moverse de la ventana. La empujó, la tiró de la silla, la zarandeó, pero no se movía. Ya nunca más se movería. Estaba muerta. Él, indiferente, tiró el cuerpo inerte al suelo y salió de la sala, pensando con alivio que se había librado de una carga.
Quizás ahora ella si podrá ser feliz.

martes, 25 de marzo de 2014

Grita.

Grita. Nadie le escucha.
Está en el fondo del océano, el agua le rodea, le cubre por completo. La oscuridad lo invade todo. No hay salida. Se está ahogando. Siente como sus pulmones se llenan de agua, como la vida se le escapa segundo a segundo. No puede respirar. La marea arrastra su cuerpo dócil y él se deja llevar. Es tan fácil dejarse llevar... morirse es fácil. La vida es difícil. Sus ojos se le cierran, ya no puede ver más que oscuridad. Decide seguir dejándose llevar por la marea que le acuna suavemente... se deja llevar... y de repente, vuelve a la superficie. Se despierta.
Grita. Nadie le escucha.
Ahora ya no sueña. Ahora está rodeado de gente, de personas que saben que existe, que está ahí, pero está igual de solo que en medio del océano. Él intenta hacerse oír, pero ellos no pueden comprenderle, no saben que es lo que le ocurre. Él lo sabe bien, es sencillo: impotencia. La impotencia de que nadie te escuche, de estar siempre solo, de querer hablar y tener que callar. Llegó un momento en el que ni se escuchaba a sí mismo. Y todo porque se encontró con las personas inadecuadas.
Grita. Nadie le escucha.
Camina hacia los acantilados, en busca de aquel extraño sueño. La soledad le atormenta. Poco a poco han ido rompiéndole en pedacitos y ahora ya no tiene remedio. Ya está roto. Da un paso al frente, hacia el vacío y...
Se muere y, paradójicamente, ahora todos quieren escucharle.

domingo, 16 de marzo de 2014

Reflexiones en tinta con manchas de soledad.

A veces recuerdo cuando mi madre descubría cada mañana los pañuelos mojados en lágrimas de la noche anterior. Ella siempre preguntaba qué había pasado y yo, sabiendo que era imposible describirle cómo había estado toda la noche llorando y ese insufrible vacío que sentía dentro de mí, me limitaba a darme la vuelta sobre mí misma en la cama y a hacer que seguía durmiendo. Ella insistía, pero yo nunca decía nada. Quizás a la larga eso fue malo, porque la oscuridad se iba apoderando de mí cada vez más, impidiéndome respirar. Pero, ¿cómo iba a decirlo, si nadie podía entenderme? Yo lo veía cada día, observaba y me daba cuenta de lo lejos que están las personas de comprender. Además, si ellos cada día se empeñaban en destruirme, me ponían las mayores trabas para que cayera, me olvidaban, me despreciaban, ¿cómo pretendían que les explicara a ellos, los causantes de mi infierno, lo que ocurría? No, no podía hacerlo. Tampoco podía dejarme vencer. Nadie nunca ha muerto por falsos amigos que te fallan, por una familia que no te entiende o por gente que dice ''te amo'' que luego son falsos. ¿O quizás sí? Igual si es posible morir de soledad. De todas formas, siendo posible o no, hubo un tiempo en el que verdaderamente me sentía muerta.
Para mí es complicado hablar de esto, y vosotros podéis tomarlo como ficción, al fin y al cabo esto es una entrada más de uno de los miles de blogs cutres que hay en el mundo. Yo sólo digo que las cosas que escribo es porque las siento o las sentí. Podría decir que hay mucha gente que debería sentirse culpable, pero ¿culpable de qué? ¿De destruirme? Quizás soy yo la que se autodestruye, al fin y al cabo. Además, hay una gran cantidad de personas que se regocijarían al leer esto. A veces pienso que mi soledad me la he buscado yo sola, que he sido únicamente yo la que ha ido apartando gente de mi camino. De todas formas, si me he buscado mi soledad es porque he tenido motivos para ello. Y si hago un repaso a mi vida podría hacer una larga lista de hijos de puta (no hay otro término para definirlos) que no han sido precisamente benévolos conmigo. También puede ser que no esté sola, que todo sean imaginaciones mías y en realidad no todo el mundo sea idiota. Sea como sea, yo me siento así.
He llegado a la conclusión, tras mucho meditarlo, de que jamás podré ser feliz. Haga lo que haga, siempre voy a sentir la sensación de estar sola, aunque esté rodeada de miles de personas. No es que sea una paranoia ni tampoco estoy loca, tiene su lógica: a la hora de la verdad, todos estamos solos. Puedo apostar que cuando termines tus estudios, cuando encuentres trabajo, te cases, tengas hijos o logres tu mayor sueño todo el mundo estará ahí dándote la más sincera enhorabuena y apoyándote; pero, ahora decidme, ¿si os quedáis en la más absoluta miseria alguien os ayudaría y os donaría parte de sus riquezas? Yo, sinceramente, lo dudo mucho. Y, más importante aún, si algún familiar vuestro enfermase y muriese, decidme, ¿dónde vais a encontrar a alguien que comprenda exactamente lo que estáis pasando y os ayude? Yo os lo diré, en ninguna parte. Podréis dar con alguien que os consuele pero todos (y me incluyo) estarán pensando para sus adentros que suerte la suya que no han sido ellos los que han tenido que sufrir semejante mal. Y esa es la principal verdad del ser humano: somos todos unos jodidos hipócritas.
Pero, por encima de todo esto, hay otro hecho en el que de verdad es cuando nos damos cuenta de lo solos que estamos: la muerte. Nadie va a morir con nosotros ni nos va a ayudar a morir más alegremente, no. Sentirán lástima, eso sí, puede que incluso sufran, pero en sus adentros no son ellos los que se están muriendo y la vida sigue. Nadie va a detener su vida por un muerto que, al fin y al cabo, está muerto. No va a volver. Tolstói ya lo sabía: su pobre Iván Illich murió solo, a pesar de haber llevado una vida rigurosamente convencional y aparentemente perfecta.
Y por eso, estoy sola. Yo no me hago falsas ilusiones, prefiero verlo de esta forma porque, al final llegará un momento en el que comprenda que verdaderamente todo esto es verdad. Y, volviendo al principio, esta soledad inevitable a veces se empeora si la juntamos con la soledad que aparece cuando todo el mundo te falla. Esa sí que es la soledad mala, la que destruye. Esa ha sido la soledad por la que tantas veces me he dejado arrastrar y por la que seguiré dejándome arrastrar. Por eso siempre digo que ''tengo un infierno interno''. Ése es el infierno: la soledad. No hay más que eso dentro de mí, y ese es el motivo de toda mi oscuridad. Pero esto no fue cosa de un día: fue poco a poco, mientras pasaban los años, las personas y las decepciones. Todo se acumula y... eclosiona.
Quizás si es posible morir de soledad.

jueves, 13 de marzo de 2014

El amor, eso que nadie entiende.

No sé si debería hablar de amor, quizás no soy la persona indicada para tocar este tema ¿y si creo que sé mucho de amor pero en realidad no sé nada? Está claro que el amor es un tema complicado, e incluso me atrevo a afirmar que nadie sabe absolutamente nada de lo que es amar. Querer a alguien y sentirse querido es, para cada persona diferente, por ello habría que adaptarse a lo que cada persona desea pero, ¿Cómo saber exactamente qué es lo que quiere cada persona en todo momento? Y entonces el amor se convierte en una serie de conflictos, de contradicciones, de discusiones absurdas. Quizás sea eso, el libre albedrío, lo que hace del amor algo especial y único. Si el amor pudiera definirse, pudiera medirse, igual perdía ese algo que lo hace especial, esa ''magia''. Lo más especial del amor es buscar esa vía para hacer feliz a las otras personas, para ganarse ese cariño especial que todos necesitamos. El objetivo del amor no es más que saber ser feliz al lado de otra persona.

viernes, 7 de marzo de 2014

Frágil.

Era tan frágil, tan delicada, tan minuciosa y tan tímida. Parecía cristal, y cada vez que se movía parecía que se iba a romper. Sus movimientos eran tan ágiles y tan sofisticados; parecía que bailaba cuando caminaba. Sus ojos, siempre luminosos; y sus cabellos, parecían suaves y brillantes. Qué bella era por fuera, qué hermosa parecía, y qué rota estaba por dentro.
Su mente, oscura, la encerraba. Era una cárcel. No veía más allá de su infierno. Pobre ingenua, estaba perdida. Solo era una niña que no había conseguido encontrar su rumbo. ¡Qué vacías sonaban sus palabras, qué triste era su mirada! Ojalá alguien pudiera entrar dentro de ella y salvarla de sí misma, romper su caos. Pero nadie podía salvarla, era ella misma la que debía hacerlo, pero no podía. Ya no había salvación para ella. Se había caído. Y por el día, volvía a parecer la de siempre, pero a la noche no podía ocultarle su oscuridad.
Se consumía.

sábado, 22 de febrero de 2014

Ya no había nada.

Esta vez había algo diferente, ella lo notaba. Ya no eran las mismas miradas, los mismos gestos, ya no había ese "algo especial", quien sabe, quizá con el tiempo a todo el mundo le pasaba, quizá se perdía la magia, y la rutina se apoderaba de todo. O es que igual no estaban hechos el uno para el otro, después de todo. Y lo notaba, lo sentía cada vez que le miraba a los ojos, y no podía soportarlo.
Así que, una vez, decidió armarse de valor y se encaró a él, le miró a los ojos y le preguntó:
"¿Me amas?"
Pero esta vez no obtuvo respuesta.

domingo, 9 de febrero de 2014

Infierno

Ahí estaba otra vez: el dolor. Pero esta vez era diferente, era desgarrador. Sus fantamas ya no la seguían, si no que su propio fantasma era ella, ella y su infierno, su caos. Nadie jamás podrá comprender su mente, su maldita tortura constante. Ya no servía de nada construirse muros exteriores:no había nada de lo que protegerse en el exterior, era su interior el que estaba roto. Se autodestruye. Se muere. Decide destruirse porque el dolor es demasiado fuerte para entenderlo. Se quiere morir. Ya no hay motivos para vivir. Ya esta muerta. Ya no queda nada ahí dentro.

sábado, 8 de febrero de 2014

Microcuento: El escritor

Esta vez el escritor decidió abandonar sus líneas tristes y sus versos melancólicos. Ya no necesitaba el café de las noches ni la música deprimente. Hoy había aprendido que no necesitaba tener el corazón roto para poder escribir, y comenzó a vivir. La vida se le antojaba ahora llena de nuevas oportunidades, y su pluma comenzó a escribir las cosas más hermosas que a una persona podían ocurrírsele. Era lo que tenía estar enamorado; ahora veía lo bello de la vida, y se había olvidado de la parte oscura, la que siempre acecha.
Pobrecillo, que golpe se debió de llevar cuando le rompieron el corazón, cuando aprendió que la vida no es siempre hermosa, y que las palabras no pueden ser siempre bellas. Acabó como siempre, con su café, sus noches de insomnio, y sus versos tan llenos de tristeza que encogían el corazón.
Nadie podrá negar, sin embargo, que aquellas palabras eran las mejores que había escrito en su vida: hablaban de un amor tan puro, tan sincero y, a la vez, tan desdichado que era imposible no sentir lástima con aquellas palabras. Pobre hombre, que de oscuridad había en su corazón y que de luz en sus palabras.
Pero ese es el destino de cualquier escritor, café solo, corazón roto y noches en vela. Nunca nadie podrá escribir, podrá entender a un escritor si no le han roto nunca el corazón.

sábado, 1 de febrero de 2014

Microcuento: Un infierno interno

Confió en el mundo, y fue su peor error. Pobre ingenua, la mataron poco a poco, por dentro. Acabaron con todo lo que tenía, le arrancaron el alma a pedazos. Y así fue, que todas las noches terminaba llorándole a la almohada, mientras por el día fingía que nada le importaba. Ella no estaba preparada para el mundo, y llego el momento en el que comprendió que jamás podría vencer, que era demasiado buena, demasiado sensible para soportarlo, no encajaba en este mundo despiadado y cruel.
Empezó a destruirse. Pobre niña, tan hermosa y buena, tan ingenua e influenciable. Ella sabía que no podía dejarse morir por la aplastante sociedad, no podía seguir sus estúpidos prejuicios y normas y, sin embargo, lo hizo. Y cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo ya era demasiado tarde, ya no podía remediarlo. Ella misma se había vuelto su peor enemiga, su cabeza era una cárcel y no podía escapar de ella. Siguió destruyéndose, desangrándose por dentro, consumiéndose lentamente. Estaba sola, o ella creía que estaba sola, porque en realidad no lo estaba. Y es que el principal problema de tener un infierno dentro es que crees que estas solo cuando en realidad no lo estás. Cada día era una maldita tortura; la muerte ya no le parecía tan grave, en realidad, era la única salida que veía para calmar el dolor.
El peor momento era la hora de enfrentarse al espejo. No se gustaba, se odiaba. Odiaba su cuerpo con todas sus fuerzas, se daba asco. En el espejo solo veía sus monstruos. Y de repente, rompía a llorar. Era lo único que podía hacer; pero su infierno seguía ahí.
Así, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, muriendo lentamente.
Se desangra. Me desangro.

jueves, 30 de enero de 2014

Microcuento: Ya no temo al miedo

Corría, una vez más, sin rumbo, inseguro de sus pasos, con el viento acariciándole el rostro. No había nada semejante a la sensación de correr; así se sentía libre, ajeno al mundo, dueño de si mismo. Nadie podía molestarle. Nadie podía detenerle. Estaba solo; él contra el mundo. ¿Cuántas veces habría deseado poder desaparecer de repente, comenzar a correr y correr y alejarse de toda su vida? La lluvia cubría su rostro, no veía más allá de sus pies. Nunca un hombre se había sentido tan libre, tan fuera del mundo. Y es que la clave para la libertad está en alejarse del mundo. Cuanto más se acercaba, más personas restringían su libertad, más atado se sentía. Allí, con la naturaleza, no había reglas.
Pero huir del mundo no era más que una respuesta al miedo: nadie huye si se siente seguro, si no tiene miedo. Los valientes dan la cara y prosiguen la vida; es trabajo de cobardes, en cambio, desaparecer en cuanto se presenta una oportunidad. Pero el miedo es un ser maligno, le consume, saca lo peor de él y lo controla completamente. No se puede huir del miedo, pero si plantarle cara. Y es ese el cambio que proporciona la diferencia de cobarde a valiente.
Decidió, entonces, dejar de ser cobarde. Se paró en seco, se giró en redondo, y gritó. Gritó alto y a la lluvia.
''Ya no temo al miedo''

lunes, 27 de enero de 2014

Microcuento: la sombra de la muerte

Bajo la luz de la luna, todo adquiría una tonalidad misteriosa y enigmática. La luna brillaba en lo más alto del cielo, imponente, desafiante. "¡Quien pudiera ser la luna! ¡Tan hermosa, tan brillante, tan llena de luz! Controlándolo todo desde allí arriba, testigo de todos los secretos de la noche." Pensó. Su rostro estaba ya marcado por la edad, y su pelo estaba coronado por una cumbre de nieve. Sabía que su final se acercaba, pero lo único que deseaba era contemplar la luna una última vez, como había hecho cuando era joven, cuando él la acompañaba.
Ahora era su perro fiel el que estaba a su lado, viejo ya, con ojos empañados y patas débiles. A los dos les quedaba poco camino en el mundo; la vida se les escapaba suspiro a suspiro. Ella, observando a su perro, recordó el momento en el que él se lo había regalado, cuando apenas era un cachorrillo. Eran tiempos felices, todo estaba donde debía, todo era perfecto. Amar era perfecto.
Pero una vida a su lado ahora se le antojaba demasiado corta. Desearía poder volver a vivir con él como cuando él vivía. Pero la vida es dura y nos lleva a todos, a su paso, tiempo al tiempo. Lo que más deseaba en ese momento, y lo deseaba con todas sus fuerzas, era poder volver a acariciarle el rostro, una única vez, solo eso. Volverle a sentir vivo, una única vez. Pero Dios, o los astros, o lo que quiera que haya ahí arriba, no concede oportunidades. Y, pensándolo bien, ¿cuántas más personas habrán sentido lo mismo a la sombra de la muerte? Ella solo era otra anciana más, que veía su vida desvanecerse y solo deseaba estar viva otra vez. Está claro: nadie quiere morirse.
Quizás su vida no hubiera sido perfecta, pero se sentía feliz, y por un momento comprendió que, aunque desearía volver a estar viva, se sentía en paz, porque se sentía orgullosa de su vida, de como la había vivido.
Ya no se sentía viva. Le faltaba algo, le faltaban besos, caricias, noches con un brazo rodeandola, un hombro en el que llorar, un amigo con el que reir, un cuerpo al que amar. Le echaba en falta.
Y un segundo antes de morir, deseó con todas sus fuerzas volver a estar junto a él: se concentró en ese único pensamiento. Esta vez Dios le hizo caso. Y así, en un suspiro, abandonó el mundo. Ahora estaba junto a él, para toda la eternidad.