''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.

viernes, 15 de noviembre de 2013

El amor.

Ella veía la vida más fácil estando a su lado. Nadie puede ni imaginarse la sensación de la adrenalina corriendo por sus venas cuando él le sonreía. Incluso el tiempo parecía detenerse cuando estaban los dos juntos. Ella jamás podría describir como era saberse una parte de su vida, ocupar un lugar en su cama, donde las únicas guerras eran de cosquillas y todas las frases venían con beso incluído al final.
Él tampoco se sentía desafortunado, al contrario, verla sonreír era el mayor placer que podía sentir en esta vida. Y su risa era lo más preciado que sus oídos podían escuchar. Ella era su mundo, su eje, y nadie jamás podría ocupar ese lugar.
El amor lo era todo para ellos, y eso era el motivo de su felicidad; y es que, cuando hay amor, lo demás deja de importar, sea lo que sea.

"Le rompió el corazón..."

Le rompió el corazón, y luego guardó los trozos, porque a pesar de todo la amaba. Le partió el alma en dos, porque queria quedarse una parte de ella pero, egocéntrico él, no comprendió que una persona no puede vivir con un corazón roto, a con la mitad del alma, que no puedes guardar un trozo de una persona, porque dejará de ser como era: quedará rota. Y las personas rotas, amigo mío, las personas rotas son las más difíciles de arreglar.

"Le rompió el corazón pero guardó los pedazos. De vez en cuando los observaba y encontraba en ellos la más absoluta belleza que él destruyó"

Microcuento

El café solo se le enfriaba. Él había prometido que llegaría, pasara lo que pasase. Ella esperaba sentada en la pequeña mesa de cristal. Las gentes pasaban y se marchaban, y ella seguía sola. Él nunca apareció, y el corazón de ella se quedó tan solo como su café. Ella al final decidió marcharse, mientras esparcía lágrimas y trozos de su corazón por la acera. Nunca lo buscó.
Quizás todo hubiera sido diferente si él, cuando iba de camino hacia el café, no hubiera cruzado aquella calle, o si quizás aquel despiadado conductor no hubiera cogido el coche aquella mañana. Quien sabe lo que podría haber sucedido entonces. Pero el coche ya se había abalanzado sobre él y su sangre ya se había derramado por la carretera. Pero, su último pensamiento fue para ella. Siempre para ella.
Él muriendo en la calle y ella muriendo por dentro. Los dos desangrándose.