''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.

sábado, 4 de febrero de 2017

Ensayo sobre el mundo, I: La libertad

''El hombre vive en libertad'' es la mayor mentira que he oído nunca. No somos libres, y nunca lo seremos, solo tenemos la ilusión de serlo. Entendemos que la libertad es no ser un esclavo, tener capacidad de decisión, pero, ¿cuántas decisiones podemos tomar realmente?
Nadie nos preguntó si queríamos empezar a la escuela, vestir ropa y no sábanas, ser cristiano o musulmán, o amar a un hombre en lugar de a una mujer. Nadie nos enseñó que las cosas son como son porque no podemos cambiarlas, sino que dieron por hecho que simplemente están. Desde que nacemos ya tenemos escrito nuestro futuro, nuestra educación, nuestra boda, nuestra casa, nuestros hijos, nuestro perro y, si me apuras, hasta nuestra tumba. Sin embargo, si decides que quieres vivir en una caravana recorriendo el mundo, que prefieres una rata de mascota en lugar de un perro y que tienes vocación de vendedor ambulante -con perdón a los honrados vendedores- y no de médico, las miradas de las personas cambian. La libertad comienza a estrecharse.
¿Y por qué damos por hecho tantas cosas? Podríamos vivir en un mundo paralelo en el que habría que ir a nuestros padres con la cabeza agachada, el pulso tembloroso y la mirada clavada en el suelo y decir ''soy heterosexual'' o ''quiero estudiar en la universidad'' o ''quiero ser médico'', en lugar de tener que dar explicaciones por preferir a tu sexo o querer trabajar sin estudiar frente a padres que consideran una herejía que sus hijos no vayan a la universidad, tengan cinco idiomas y un máster -como mínimo, por supuesto-. No obstante, todo lo que creemos inferior o marginado no son más que prejuicios. Todo esto lo hemos creado nosotros.
Y, ¿por qué? Simple: porque nos da miedo ser libres. La libertad es peligrosa, hace que los hombres sean fuertes, poderosos y les da margen a hacer cualquier cosa sin antes preguntar por ello. Eso nos asusta, por eso nos escondemos bajo normas, doctrinas y sistemas políticos que no nos representan, porque es más fácil echarle la culpa al sistema que asumirla nosotros, es mejor quejarnos porque el Gobierno hace las cosas mal, pero luego ''no yo es que les voy a votar porque es que los otros son radicales y a saber a dónde nos llevan''. Evolucionad, por favor.
Ser libre es una gran responsabilidad, y no solo nos encerramos a nosotros mismos, sino que lo hacemos con todo aquello que no podemos controlar: les ponemos correa a los perros para que no escapen de nuestro control, y lo mismo con el resto de animales, pero para ellos preferimos encerrarlos en un zoo; también podamos los árboles para que no crezcan salvajes. Sin embargo, siempre nos olvidamos de que en su estadio original, en la naturaleza, eran libres.
Así, entramos en la hipocresía, y vivimos constantemente con ganas de fin de semana, de verano, de jubilarnos o, simplemente, de coger las maletas y huir; y si nunca has sentido la sensación de querer salir corriendo, no eres humano. Así que, nos pasamos la vida buscando la felicidad, que creemos que está en la libertad, esa que nunca llega. No, no somos libres.
Pero hay valientes.
Hay personas que deciden apartarse del sistema, dejar atrás las normas y, de improviso, actúan. Pretenden cambiar el mundo. Los llaman locos, pero yo prefiero verlos como valientes. Sin embargo, el problema de ser libre es que corres el riesgo de la infelicidad, porque estás condenado a la soledad. Incluso a la muerte: cuántas mujeres murieron luchando por defender que las mujeres tenemos las mismas libertades que los hombres, cuantos negros murieron intentando escapar de la esclavitud que los blancos creían que les correspondía por naturaleza.
Todos sentimos el impulso de correr, pero a nadie le gustan las personas libres. Nos dan miedo. Y precisamente el hecho de ser libre las hace incontrolables, y algo que no puedes controlar, para el ser humano, es una amenaza inminente.
Porque en el fondo nos encanta controlar el mundo.
No tener voluntad es más fácil, preferimos no tomar decisiones, no vaya a ser que todos nos volvamos libres y, ¡uf, que caos!.