''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.

martes, 25 de marzo de 2014

Grita.

Grita. Nadie le escucha.
Está en el fondo del océano, el agua le rodea, le cubre por completo. La oscuridad lo invade todo. No hay salida. Se está ahogando. Siente como sus pulmones se llenan de agua, como la vida se le escapa segundo a segundo. No puede respirar. La marea arrastra su cuerpo dócil y él se deja llevar. Es tan fácil dejarse llevar... morirse es fácil. La vida es difícil. Sus ojos se le cierran, ya no puede ver más que oscuridad. Decide seguir dejándose llevar por la marea que le acuna suavemente... se deja llevar... y de repente, vuelve a la superficie. Se despierta.
Grita. Nadie le escucha.
Ahora ya no sueña. Ahora está rodeado de gente, de personas que saben que existe, que está ahí, pero está igual de solo que en medio del océano. Él intenta hacerse oír, pero ellos no pueden comprenderle, no saben que es lo que le ocurre. Él lo sabe bien, es sencillo: impotencia. La impotencia de que nadie te escuche, de estar siempre solo, de querer hablar y tener que callar. Llegó un momento en el que ni se escuchaba a sí mismo. Y todo porque se encontró con las personas inadecuadas.
Grita. Nadie le escucha.
Camina hacia los acantilados, en busca de aquel extraño sueño. La soledad le atormenta. Poco a poco han ido rompiéndole en pedacitos y ahora ya no tiene remedio. Ya está roto. Da un paso al frente, hacia el vacío y...
Se muere y, paradójicamente, ahora todos quieren escucharle.

domingo, 16 de marzo de 2014

Reflexiones en tinta con manchas de soledad.

A veces recuerdo cuando mi madre descubría cada mañana los pañuelos mojados en lágrimas de la noche anterior. Ella siempre preguntaba qué había pasado y yo, sabiendo que era imposible describirle cómo había estado toda la noche llorando y ese insufrible vacío que sentía dentro de mí, me limitaba a darme la vuelta sobre mí misma en la cama y a hacer que seguía durmiendo. Ella insistía, pero yo nunca decía nada. Quizás a la larga eso fue malo, porque la oscuridad se iba apoderando de mí cada vez más, impidiéndome respirar. Pero, ¿cómo iba a decirlo, si nadie podía entenderme? Yo lo veía cada día, observaba y me daba cuenta de lo lejos que están las personas de comprender. Además, si ellos cada día se empeñaban en destruirme, me ponían las mayores trabas para que cayera, me olvidaban, me despreciaban, ¿cómo pretendían que les explicara a ellos, los causantes de mi infierno, lo que ocurría? No, no podía hacerlo. Tampoco podía dejarme vencer. Nadie nunca ha muerto por falsos amigos que te fallan, por una familia que no te entiende o por gente que dice ''te amo'' que luego son falsos. ¿O quizás sí? Igual si es posible morir de soledad. De todas formas, siendo posible o no, hubo un tiempo en el que verdaderamente me sentía muerta.
Para mí es complicado hablar de esto, y vosotros podéis tomarlo como ficción, al fin y al cabo esto es una entrada más de uno de los miles de blogs cutres que hay en el mundo. Yo sólo digo que las cosas que escribo es porque las siento o las sentí. Podría decir que hay mucha gente que debería sentirse culpable, pero ¿culpable de qué? ¿De destruirme? Quizás soy yo la que se autodestruye, al fin y al cabo. Además, hay una gran cantidad de personas que se regocijarían al leer esto. A veces pienso que mi soledad me la he buscado yo sola, que he sido únicamente yo la que ha ido apartando gente de mi camino. De todas formas, si me he buscado mi soledad es porque he tenido motivos para ello. Y si hago un repaso a mi vida podría hacer una larga lista de hijos de puta (no hay otro término para definirlos) que no han sido precisamente benévolos conmigo. También puede ser que no esté sola, que todo sean imaginaciones mías y en realidad no todo el mundo sea idiota. Sea como sea, yo me siento así.
He llegado a la conclusión, tras mucho meditarlo, de que jamás podré ser feliz. Haga lo que haga, siempre voy a sentir la sensación de estar sola, aunque esté rodeada de miles de personas. No es que sea una paranoia ni tampoco estoy loca, tiene su lógica: a la hora de la verdad, todos estamos solos. Puedo apostar que cuando termines tus estudios, cuando encuentres trabajo, te cases, tengas hijos o logres tu mayor sueño todo el mundo estará ahí dándote la más sincera enhorabuena y apoyándote; pero, ahora decidme, ¿si os quedáis en la más absoluta miseria alguien os ayudaría y os donaría parte de sus riquezas? Yo, sinceramente, lo dudo mucho. Y, más importante aún, si algún familiar vuestro enfermase y muriese, decidme, ¿dónde vais a encontrar a alguien que comprenda exactamente lo que estáis pasando y os ayude? Yo os lo diré, en ninguna parte. Podréis dar con alguien que os consuele pero todos (y me incluyo) estarán pensando para sus adentros que suerte la suya que no han sido ellos los que han tenido que sufrir semejante mal. Y esa es la principal verdad del ser humano: somos todos unos jodidos hipócritas.
Pero, por encima de todo esto, hay otro hecho en el que de verdad es cuando nos damos cuenta de lo solos que estamos: la muerte. Nadie va a morir con nosotros ni nos va a ayudar a morir más alegremente, no. Sentirán lástima, eso sí, puede que incluso sufran, pero en sus adentros no son ellos los que se están muriendo y la vida sigue. Nadie va a detener su vida por un muerto que, al fin y al cabo, está muerto. No va a volver. Tolstói ya lo sabía: su pobre Iván Illich murió solo, a pesar de haber llevado una vida rigurosamente convencional y aparentemente perfecta.
Y por eso, estoy sola. Yo no me hago falsas ilusiones, prefiero verlo de esta forma porque, al final llegará un momento en el que comprenda que verdaderamente todo esto es verdad. Y, volviendo al principio, esta soledad inevitable a veces se empeora si la juntamos con la soledad que aparece cuando todo el mundo te falla. Esa sí que es la soledad mala, la que destruye. Esa ha sido la soledad por la que tantas veces me he dejado arrastrar y por la que seguiré dejándome arrastrar. Por eso siempre digo que ''tengo un infierno interno''. Ése es el infierno: la soledad. No hay más que eso dentro de mí, y ese es el motivo de toda mi oscuridad. Pero esto no fue cosa de un día: fue poco a poco, mientras pasaban los años, las personas y las decepciones. Todo se acumula y... eclosiona.
Quizás si es posible morir de soledad.

jueves, 13 de marzo de 2014

El amor, eso que nadie entiende.

No sé si debería hablar de amor, quizás no soy la persona indicada para tocar este tema ¿y si creo que sé mucho de amor pero en realidad no sé nada? Está claro que el amor es un tema complicado, e incluso me atrevo a afirmar que nadie sabe absolutamente nada de lo que es amar. Querer a alguien y sentirse querido es, para cada persona diferente, por ello habría que adaptarse a lo que cada persona desea pero, ¿Cómo saber exactamente qué es lo que quiere cada persona en todo momento? Y entonces el amor se convierte en una serie de conflictos, de contradicciones, de discusiones absurdas. Quizás sea eso, el libre albedrío, lo que hace del amor algo especial y único. Si el amor pudiera definirse, pudiera medirse, igual perdía ese algo que lo hace especial, esa ''magia''. Lo más especial del amor es buscar esa vía para hacer feliz a las otras personas, para ganarse ese cariño especial que todos necesitamos. El objetivo del amor no es más que saber ser feliz al lado de otra persona.

viernes, 7 de marzo de 2014

Frágil.

Era tan frágil, tan delicada, tan minuciosa y tan tímida. Parecía cristal, y cada vez que se movía parecía que se iba a romper. Sus movimientos eran tan ágiles y tan sofisticados; parecía que bailaba cuando caminaba. Sus ojos, siempre luminosos; y sus cabellos, parecían suaves y brillantes. Qué bella era por fuera, qué hermosa parecía, y qué rota estaba por dentro.
Su mente, oscura, la encerraba. Era una cárcel. No veía más allá de su infierno. Pobre ingenua, estaba perdida. Solo era una niña que no había conseguido encontrar su rumbo. ¡Qué vacías sonaban sus palabras, qué triste era su mirada! Ojalá alguien pudiera entrar dentro de ella y salvarla de sí misma, romper su caos. Pero nadie podía salvarla, era ella misma la que debía hacerlo, pero no podía. Ya no había salvación para ella. Se había caído. Y por el día, volvía a parecer la de siempre, pero a la noche no podía ocultarle su oscuridad.
Se consumía.