''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.

martes, 25 de marzo de 2014

Grita.

Grita. Nadie le escucha.
Está en el fondo del océano, el agua le rodea, le cubre por completo. La oscuridad lo invade todo. No hay salida. Se está ahogando. Siente como sus pulmones se llenan de agua, como la vida se le escapa segundo a segundo. No puede respirar. La marea arrastra su cuerpo dócil y él se deja llevar. Es tan fácil dejarse llevar... morirse es fácil. La vida es difícil. Sus ojos se le cierran, ya no puede ver más que oscuridad. Decide seguir dejándose llevar por la marea que le acuna suavemente... se deja llevar... y de repente, vuelve a la superficie. Se despierta.
Grita. Nadie le escucha.
Ahora ya no sueña. Ahora está rodeado de gente, de personas que saben que existe, que está ahí, pero está igual de solo que en medio del océano. Él intenta hacerse oír, pero ellos no pueden comprenderle, no saben que es lo que le ocurre. Él lo sabe bien, es sencillo: impotencia. La impotencia de que nadie te escuche, de estar siempre solo, de querer hablar y tener que callar. Llegó un momento en el que ni se escuchaba a sí mismo. Y todo porque se encontró con las personas inadecuadas.
Grita. Nadie le escucha.
Camina hacia los acantilados, en busca de aquel extraño sueño. La soledad le atormenta. Poco a poco han ido rompiéndole en pedacitos y ahora ya no tiene remedio. Ya está roto. Da un paso al frente, hacia el vacío y...
Se muere y, paradójicamente, ahora todos quieren escucharle.

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