El café solo se le enfriaba. Él había prometido que llegaría, pasara lo que pasase. Ella esperaba sentada en la pequeña mesa de cristal. Las gentes pasaban y se marchaban, y ella seguía sola. Él nunca apareció, y el corazón de ella se quedó tan solo como su café. Ella al final decidió marcharse, mientras esparcía lágrimas y trozos de su corazón por la acera. Nunca lo buscó.
Quizás todo hubiera sido diferente si él, cuando iba de camino hacia el café, no hubiera cruzado aquella calle, o si quizás aquel despiadado conductor no hubiera cogido el coche aquella mañana. Quien sabe lo que podría haber sucedido entonces. Pero el coche ya se había abalanzado sobre él y su sangre ya se había derramado por la carretera. Pero, su último pensamiento fue para ella. Siempre para ella.
Él muriendo en la calle y ella muriendo por dentro. Los dos desangrándose.
''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.
viernes, 15 de noviembre de 2013
Microcuento
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