''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.

domingo, 27 de julio de 2014

La ciudad

Las vistas parecían bonitas, desde allí arriba.
A lo alto de una alejada pradera, por encima de la ciudad, todo parecía tan tranquilo y hermoso que cautivaba la vista al instante. El río que bajaba colina abajo y hasta la ciudad parecían bonitos, donde los edificios y la masa de asfalto y alquitrán se fundían con el horizonte. Edificios con ansia de alcanzar el cielo, elevándose alto, hasta las nubes, mientras el río seguía más allá, hasta el mar, al fondo, con su perfecta línea recta azul marcando el horizonte.
Desde allí arriba aquella vista podría parecer bonita. Desde allí arriba.
Pero allí abajo, tras los enormes edificios capaces de ocultar a las sombras, un niño, en algún lugar, es alcanzado por un hombre que circulaba demasiado rápido para preocuparse por nadie, mientras su madre gritaba, intentando evitar lo imposible. En ese mismo momento, en la otra punta de la ciudad, una señora tiene que darle su bolso a un hombre anónimo que la amenaza con una navaja mientras, en la misma calle, un hombre de maletín, traje y corbata corre porque llega tarde a su trabajo, ignorando a la pobre anciana. El hombre sigue corriendo, es sólo una persona más al servicio de un hombre gorrón e importante, dedicando toda su vida a ser una rata más de la alcantarilla de ese hombre, hasta su muerte. El hombre pasa por delante de otro señor que pide limosna sentado en la calle, pero nadie le hace caso. Apenas tiene una manta para taparse y un poco de pan. Es invisible para los monstruos de corbata y traje que corren por las aceras. El vagabundo ve un perro viejo, sucio y abandonado que pasa a su lado y se detiene a mirarle. Un perro viejo le ha prestado más atención que miles de humanos. Decide darle un trozo de pan y el perro se sienta a su lado. Al menos ya no está solo. Dos calles más arriba un hombre es perseguido por la policía por robar un poco de comida para sus hijos. El hombre se pregunta por qué hay gente que roba millones de euros y nadie les persigue, pero entonces es arrestado. Sus hijos siguen en la calle, esperando la comida que nunca llega.
Pero, desde aquella pradera, lo suficientemente lejos para no ver la realidad, las vistas seguían siendo bonitas.

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