''Qué importa ser poeta o ser basura''
Decía Extremoduro.
Yo elegí basura.

sábado, 31 de enero de 2015

La prosa absurda.

Las miradas delatoras en las falsas sonrisas con puñales escondidos me repelen. Le gente tiende al daño, al odio, se columpia en una cuerda floja entre el mal y el bien, y siempre cae en el lado de la maldad. Es nuestra naturaleza. Odiar como forma de autosatisfacerse. El débil siempre será aplastado. El fuerte vence. La Historia de la humanidad se sostiene en esa teoría desde sus comienzos.

No me miréis.

Siento mil ojos clavados en mí. Me juzgan. Temo que todo el mundo me odie, cuando sé que es estúpido, porque es inevitable, todo el mundo me odia. Y el odio aparece, paradójicamente, junto a la felicidad. Es como una especie de regla matemática: ser feliz implica que alguien va a intentar arruinar esa felicidad. También lo llaman envidia. Pero no es envidia de la mala, no es envidia hacia una persona en concreto, sino a la felicidad ajena. Es comprensible si tu vida está vacía.

Estáis podridos.

Me siento lejos de aquí, como si el resto del mundo fuera demasiado pequeño y difuso. Mientras me hablan de cosas que no comprendo, rencores idiotas, palabras necias y envidias rastreras yo siento que el mundo poco a poco pierde sentido. La vida humana empieza a consistir en odiar a los otros, en cerrarse en una especie de mundo solitario porque ''todo el mundo da asco'' en un continuo ''quiero largarme de aquí'' para terminar siempre en el mismo sitio con la misma gente que da el mismo asco día tras día.

Monotonía.

Mi prosa tiende a la retórica con trazos de sinestesia. No la comprendéis, ni a ella ni a mi azul constante. No importa, la idea es comprenderme a mí misma, luego los demás que entiendan lo que quieran de mí. Haga lo que haga, me van a odiar igual, así que mejor que me odien por no entenderme, al menos me hace pensar en su hipocresía de odiar sin conocer. Cuando la gente te odia porque saben quien eres, amigo, ahí si que tienes un problema serio. Y es que das asco.

Maldad irracional.

Soy débil. Tiendo al solipsismo, caigo en un círculo vicioso entre la soledad y la melancolía. No se me da bien hacer amigos, soy difícil de entender. Y lo entiendo, no es fácil entender al poeta que plasma en el papel lo más oscuro de su alma. Pero yo no soy un poeta. Yo le cuento al papel lo que me pasa y el me comprende. Yo no creo mis versos y mi prosa, ellos me crean a mí. Por eso nunca seré poeta.

La poesía no existe.

Otro invento estúpido del ser humano. Rimar palabras y hacer que sigan un ritmo. Mis sentimientos no riman, son versolibristas, y por mucho que estudie las normas poéticas, a mi jamás me engañaréis, lo sentimientos no pueden medirse y acentuarse, no tienen sinalefas, ni siguen estrofas rítmicas. Mis palabras, aunque metafóricas, jamás serán poesía.

El odio las corrompe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario